Cápsula | Dibujando margaritas en los cuerpos: la experiencia y el uso de la palabra en bell hooks y Gloria Anzaldúa

Autora: María Teresa Arteaga Auquilla

Los movimientos feministas han buscado una serie de vindicaciones que van desde el derecho al voto hasta los derechos sexuales y reproductivos. En este transitar se han creado debates, continuidades y rupturas, debido a la complejidad de la construcción de identidades desde donde no se puede hablar de sujetos únicos. Incluso, más allá de las performatividades del género (Buttler, 2007) existen elementos biológicos que incluyen un tercer sexo: lo intersexual (Lugones, 2008). Además, al entender que la violencia constante sobre los cuerpos proviene de prácticas patriarcales, sexistas, coloniales, racistas, etc. también ingresan a estas vindicaciones la infancia, los roles de género son asignados desde pequeños (hooks, 2014), y los hombres.

A partir de esta inclusión emerge la interrogante: “¿quién es el sujeto de feminismo?” (hooks, 2017), pues en todos los cuerpos se aplica control, jerarquías, dominación, anulación y, sobre todo, violencia. Además, desde esta perspectiva, es preciso recordar que los cuerpos están tejidos por hilos como la etnia y la clase en donde la experiencia y el uso de la palabra nacen desde y para diferentes lugares e historias. De ahí que sea necesario mirar las propuestas bell hooks y Gloria Anzaldúa que parten de dos preceptos, muchas veces desapercibidos. Por un lado, en esos cuerpos no blancos, la violencia es parte de una estructura de poder, es más la sostiene. Por otro, esa violencia se manifiesta en un racismo que se enmascara en bromas y fortalece estereotipos. En este sentido, la “historia única” (Ngozi, 2018) es peligrosa porque sigue existiendo exclusión sistemática y estructural.
Ahora bien, si se parte de las ideas binarias: hombre-mujer, normal-anormal, derecha-izquierda, arriba-abajo, cultura-naturaleza, blanco-negro; todo lo negativo, lo menospreciado, lo “natural” se correlaciona con unos cuerpos específicos y “problemas en varias formas”: mujeres, mestizos, negros, indígenas, lesbianas, transexuales, pobres, proletariado, campesinos, etc. Esta atracción construida social e históricamente da la voz y permite el ejercicio de la escritura también a unos cuerpos específicos. De ahí que haya surgido otra pregunta: “¿puede hablar el subalterno?”. La respuesta que da Spivak (2003) no es halagadora, pues esos llamados “problemas en varias formas” permanecerán mudos.
Sin embargo, desde los feminismos negro y chicano, la experiencia y la escritura se sitúan como formas de resistencia y de resignificación de los cuerpos. Estos cuerpos violentados, negados, ocultados al sol, ahora con la experiencia como conciencia de sus propias historias y la escritura como reafirmación de lo que fue negado, anulan la mudez. Pero estas voces no deben provenir de la soledad pues “Desmantelar y cambiar la cultura patriarcal es un trabajo que varones y mujeres deben realizar juntxs.” (hooks, 2014, p. 7). Estas verbalizaciones como actos políticos de demanda son necesarias de acuerdo a “experiencias personales desde la posición de cada uno, desde nuestros lugares de sexo, raza y clase” (hooks, 2017, p. 19).
No obstante, cabe señalar que el reconocimiento de esas experiencias desde lo plural no debe excluir la individualidad, pues de acuerdo a Lugones (2018) debe entenderse como la urdimbre y la trama que muestra su inseparabilidad. En otras palabras, esa “s” que se enuncia y se escribe desde lo político y lo humano si bien pone los límites en un grupo, también se sitúa en la singularidad, en los rostros y sus particularidades.

Imagen2: bell hooks  Crédito InStlye México


Por otra parte, la escritura también ha sido dominio de un grupo específico, pues el acto escritural y el lenguaje han sido normados, canónicos, jerarquizados con, por ejemplo, los llamados géneros mayores y menores. Desde esta perspectiva, la estructura y los temas debían ser por y para mujeres como poesía, autobiografía, memorias, confesiones, etc. Sin embargo, la escritura para Anzaldúa se convierte en un registro y existencia pues es “expresión y acto cambiante” (En Garrido, 2015, p. 4). En otras palabras, la escritura organiza el caos, nombra lo silenciado, es sosiego, soporte y alimento (Anzaldúa, 2017).
En síntesis, la experiencia y la escritura han sido categorizadas y han formado parte del sistema de exclusión, pero también han sido deconstruidas y posicionadas como formas de resistencia y de vida. La experiencia como algo cotidiano e íntimo se sitúa para entender y hacerse cargo de esas otras historias. Mientras que la materialización en palabra de esas individualidades que incluso pueden asumirse desde lo negativo, lo menor, lo oculto, permite la visibilización de otros cuerpos y voces con distintas formas, texturas y colores.

Sobre la autora: Doctoranda en Historia y Arqueología por la Universidad Complutense de Madrid. Magíster en Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Docente de la Universidad de Cuenca, miembro del Departamento de Estudios Interculturales. Ha participado en congresos a nivel local, nacional e internacional.

Enlaces de interés:
https://ucuenca.academia.edu/Mar%C3%ADaTeresaArteagaAuquilla

Referencias bibliográficas:
Anzaldúa, G. (2017). Chicanas deslenguadas. Vivir en la frontera. El rebozo.
Buttler, J. (2007). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós.
Garrido, B. (2015). Consideraciones acerca del género, la clase y la raza en los escritos de Gloria Anzaldúa, https://www.academia.edu/37523216/6.-_Garrido.doc
hooks, b. (2014). Entender el patriarcado. The Will to Change: Men, Masculinity, and Love, Simon and Schuster. Trad. Gabriela Adelstein, Buenos Aires. http://www.rimaweb.com.ar/articulos/2014/entender-el-patriarcado-por-bell-hooks/
hooks, b. (2017). El feminismo es para todo el mundo. Traficantes de sueños.
Lugones, M. (2008). Colonialidad y género. Tabula Rasa, 9, pp. 73-101.
Ngozi Adichie, C. (2018). El peligro de la historia única. Penguin Randon House.
Spivak Chakravorty, G. (2003). ¿Puede hablar el subalterno? Revista Colombiana de Antropología 39, pp. 297-364.

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